jueves, 16 de julio de 2020

Antígona en la frontera


ANTIGONA EN LA FRONTERA
de Gustavo Geirola[1]


PERSONAJES (por orden de aparición)
Muchos personajes, debido a la brevedad de su participación, pueden ser representados por los actores que no tienen un protagónico.
La extensión de la obra amerita un intermedio a determinar por la producción donde lo considere más conveniente.

Creonte
Etéocles
Polinices
Antígona
Ismena
Tiresias
Eurídice
Hemón

Personajes que pueden encarnarse con los mismos actores:
Vieja 1, 2, 3
Viejo
Coro: Mujeres 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Layo
Receptionist
Translator
Hombre 1, 2, 3
Jornalera 1, 2
Person
Man in the truck
Laborer
Procopio
Llorona 1, 2, 3
Mensajero
Agente
Murrieta



Prólogo

Entran dos mujeres cubiertas con rebozos y un hombre; todos son bastante viejos. Hay relámpagos y truenos. Vienen caminando desde lejos, desde diferentes direcciones, y se ven cansados.  De a poco se van sentando y conversan.

VIEJA 1: (A la Vieja 2) Tarde o temprano teníamos que volver a encontrarnos, comadre.
VIEJA 2: ¡Y con este tiempo tan feo!
VIEJA 1: Mucho ruido y al final no cae ni una gota de lluvia en este desierto.
VIEJA 2: Aquí ya no crece nada. 
VIEJA 1: En este desierto es siempre todo igual.
VIEJA 2: Hay que estar muy aburrida en medio del desierto para decir lo mismo durante veinte siglos.
VIEJA 2: Aquí venimos a custodiar los juramentos y las maldiciones.
VIEJA 1: Y esa es nuestra propia maldición, siglos y siglos haciendo siempre lo mismo.
VIEJA 2: Todo está tan malo que he tenido que ir a comprar mis hierbitas en el mercado. Ya no se encuentra nada por estos páramos.
VIEJA 1: Estamos iguales, comadre.  Me piden para el mal de amores, para la tos, para dormir y a veces no tengo qué ofrecerles.  Cada día me miro más pobre.  Si seguimos así…
VIEJA 2: Y los precios de la hierbas suben y suben, y yo tengo que agregar mi trabajito, así que todo les va saliendo más caro… y se quejan.
VIEJA 1: Allá viene don Amílcar.
VIEJO: ¡Y aquí nos volvemos a ver las caras, comadres!
VIEJAS: Así es, don Amílcar.  ¡Y con este tiempo tan feo! ¡Tanto trueno y tanto relámpago para nada!
VIEJA 1: Este desierto cada vez está más
VIEJO: Lo feo es hermoso y lo hermoso es feo.  Como siempre.

Se sientan en círculo.

VIEJO: ¡Finalmente se ha muerto el viejo Edipo!
VIEJA 1: ¡Esos niños quedarán ahora sin padre y sin madre!
VIEJO: Todos los campesinos de la hacienda de Edipo han llevado su cadáver y lo han enterrado bajo secreto.
VIEJA 2: Ya no se conformaba ese viejo con su destino y con la maldición de su familia; ahora también quería que cada lugar de esta tierra fuera para el futuro su tumba.
VIEJO: ¡Aztlán, toda Aztlán, la tumba del viejo Edipo!

Comienzan a sacar cosas para comer y beber.
VIEJA 2: Deme, don Amílcar, un poco de ese vino de las Californias que usted siempre trae para estas celebraciones.
VIEJO: Antes de beber, reguemos con un poco de vino la tierra donde yace el cuerpo del extranjero.
VIEJA 1: ¡Edipo no era extranjero!
VIEJA 2: Era gringo.
VIEJA 1: No, había nacido en Sonora.  Lo llevaron de chico a Arizona y allí se crió el pobre  creyendo ser gringo, hasta que se enteró de la maldición y queriendo escapar de ella, sin saberlo, regresó a México.
VIEJO: Edipo era doblemente extranjero.  Al menos en México amasó su fortuna.
VIEJA 1: En Sonora solo encontró su infortunio.

Detrás de los tres viejos aparece un coro de mujeres, son las Muertitas de Juárez. Están vestidas con ropa común, algunas con alguna prenda más brillante, pero a ninguna se les puede ver el rostro; aunque llevan máscaras en sus manos, sus cabezas están cubiertas por algún material que no deja ver el rostro.

MUJER 1: ¡Qué chavo lleno de vida era ese Edipo!
MUJER 2: ¡A las gringas les gustaba esa piel morena y ese cabello negro como su destino!
MUJER 3: ¡A las gringas les gustaba su lana!
MUJER 4: ¡Hasta que la malinchuda del prostíbulo un día le tiró las cartas y le contó aquella historia que nunca debió conocer!

VIEJA 1: Estaba escrito, tenía que enterarse de la verdad.

MUJER 5: Amaba tanto a sus padres, que no tuvo peor idea que irse lejos cuando le profetizaron que mataría a su padre y se casaría con su madre.
MUJER 6: No debió creer en esas patrañas.
MUJER 7: Siempre lo había sospechado.  Sus padres eran blancos como el papel blanco, y él era todo de piel oscura. 
MUJER 8: Y allá se lo llevó el destino de regreso a México.

VIEJA 2: Mató a su padre sin saberlo.
VIEJO: Se casó con la rica Yocasta, que era su madre, sin saberlo.
VIEJA 1: Y tuvo cuatro hijos, dos hembritas y dos machitos, que eran sus hermanos.
VIEJO: Nadie escapa a su destino.
VIEJA 1 (riendo): Nunca podría escapar a la maldición del viejo Pélope.  ¡Qué cabrón!
VIEJO: La maldición estuvo bien dada, ese Layo era un desgraciado, se abusaba de todas las hembras de la hacienda.  Hasta se abusó del hijo de Pélope, que terminó mátandose.  ¡Pobre escuincle!

MUJER 9: ¿Es que tenemos que pagar las culpas de nuestros padres?
MUJER 7: Así parece. Cuando nació Edipo, Layo tuvo miedo de la maldición y lo mandó matar. Menos mal que el cabrón ése de Isaac se apiadó y se los entregó a esos gringos infértiles.
MUJER 5: No se apiadó ni qué carajo. 

VIEJA 1: Issac venía dispuesto a cumplir la orden de Layo y justo se cruzó conmigo.  Y yo le dije: “¡Si matas a ese escuincle, la maldición de Layo la sufrirás tú!  Y se achicopaló.

Los tres viejos ríen a carcajadas.

VIEJO: (Al público) Y lo que pasó después ya lo conocen: regresó a México creyéndose gringo; todos allá sufrían la terrible sequía y oraban a la Santa de Cabora, pero solo Edipo respondió el acertijo de la santa e hizo llover y los campos se llenaron de maíz otra vez y el ganado volvió a llenar los campos con sus crías.
VIEJA 2: (Al público)  Y como si fuera poco, se casó con la rica viuda de Layo y fueron felices y tuvieron  hijos.
VIEJO: Y Creonte, que había jurado frente al cura que entregaría a su hermana rica a quien hiciera llover, no tuvo más remedio que cumplir su promesa y allí se quedó desde entonces de segundón.
VIEJA 1: Era un igualado, un bueno para nada que solo saber servir. En cuanto le tome el gusto al poder, será el peor de los tiranos, ya verán.
VIEJO: Solo sabía cumplir órdenes, y eso es lo que hizo hasta que explotó la verdad y Edipo se fue con Antígona lejos de su hacienda.
VIEJA 2: Recuerde, compadre, y usted también comadre, que nosotros estamos en este mundo para que se cumplan las promesas. Y bien sabemos cómo la maldición persigue eternamente a esta familia desgraciada.

Se pasan la botella de vino de mano en mano y se ríen.

MUJERES: ¡Edipo, el propietario de la gran hacienda Tebaida, quién lo diría!
MUJER 2: Tan rico y tan poderoso.
MUJER 4: ¡Qué desgracia! ¡Qué tragedia!
MUJER 3: Ni que seas rico ni que seas poderoso.  Tarde o temprano… Su destino es el de todos y se paga con la ceguera.

El viejo levanta una botella de vino y tira algunas gotas sobre la arena del desierto.

VIEJO: Ni modo.  En este mundo todos estamos ciegos como Edipo. 
VIEJA 1: Y ahora, cuando no haya un padre que matar, se matarán los hermanos.
VIEJA 1: Y Antígona crecerá para amar y enterrar mil veces a su hermano.
VIEJA 2: Antígona también crecerá para odiar, no se olvide de eso, comadre.
VIEJO: Su tío Creonte lo prohibirá.

MUJER 6: Antígona no regresó a la hacienda de su padre.
MUJER 2: Anduvo por el desierto y las selvas de México, por los ríos y las montañas, con su padre ciego.  Tantos años de aquí para allá, rechazados por todos los pueblos. 
MUJER 3: Y el viejo Tiresias siempre acompañándola, como si fuera el abuelo que nunca tuvo.
MUJER 9: ¿Qué habrá sido de esos chavitos, sin padre y sin madre?

VIEJA 1: ¡Muchas cosas pasaron! Por lo pronto, la hacienda se vino abajo.
VIEJO: Creonte no supo sostenerla.
VIEJA 2: En estos tiempos, nadie puede sostener nada en México.

MUJER 7: Los campos están devastados.
MUJER 3: Niños y mujeres con hambre cruzan los desiertos para irse al otro lado, donde creen que hallarán una vida mejor.
MUJER 2: De allá nos vienen las armas, y los que no nos vamos, morimos aquí en fuegos cruzados.
MUJER 1: De acá para allá les mandamos la pasta para que puedan soñar con el paraíso.
MUJER 8: La vida, comadre, como toda vida, es para morirla.
MUJER 5: Ahora todos sueñan con irse para el otro lado. Todos sueñan.
MUJER 4: Pero no tardarán en despertar.
MUJER 3: A nosotras no nos dieron ni tiempo para eso.
MUJER 9: Hermanas, ¿creen que algún día escucharán nuestras voces?
MUJER 2: No sé; por ahora todos están sordos.
MUJER 3: La Justicia está sorda y muda.
MUJER 5: No. A la Justicia la tienen sorda y muda.
MUJER 6: Pero ya hablará, algún día hablará.
MUJER 1: Esperemos que se apure, porque los campos están llenos de muertos sin nombre, como nosotras.
MUJER 5: Las ciudades de allá están llenas de fantasmas.
MUJER 2: Hay muchas formas de estar muerto, hermanas.

VIEJO: Ahora habrá que ver qué hace Creonte con esa hacienda cada vez más destruida.
VIEJA 2: Desde que firmaron esos tratados con los gringos, todo va peor. Y Creonte no tiene imaginación para levantar esa hacienda.
VIEJA 1: Creonte siempre cumplió órdenes.
VIEJO: Ya se los dije, es un bueno para nada.
VIEJA 2: Mientras lo que tiene que ocurrir finalmente ocurra, nosotros nos tomemos este vinito y a descansar.  Mañana será otro día.
VIEJA 1: Otro día peor.
VIEJO: Lo peor es lo mejor y lo mejor es lo peor.

Escena 1:

Creonte está sentado en una mesa en su casa. Está barajando algunos documentos, frotándose los ojos, y mirando estresado y preocupado.

CREONTE: Después de todos mis esfuerzos, no puedo encontrar una solución para salvar esta maldita hacienda.

Etéocles entra a la casa con dos prostitutas y una cerveza (Corona). Está borracho.

CREONTE (sarcásticamente): Veo que tienes buena compañía.
ETEOCLES: ¿Quieres una probadita, tío? Es carne fresca.
CREONTE: Has heredado los vicios de tu abuelo Layo, que no dejaba ni una campesina virgen en toda la hacienda.
ETEOCLES: Gracias a eso, tío, Ud. tiene lo que tiene.  ¿O se le olvidó que mi madre era, antes de ser la señora de esta hacienda, una campesina?
CREONTE: Tu abuelo, como tu bisabuelo y tu tatarabuelo, abusaban de todos.  Pero tu abuelo parece que estaba maldito y ninguna de las chavas quedaba preñada. Al fin la preñó a mi hermana.

VIEJA 1 (A Layo): ¡Ay, Layo, tendrás un hijo con una muchacha joven y te casarás con ella!
LAYO: Al fin terminará la maldición de ese cabrón de Pélope.
VIEJA 1: No, papacito, la maldición de ese desgraciado no te la puedo sacar.

CREONTE: Al menos tu padre sabía sacar provecho de esta hacienda.
ETEOCLES: También le gustaban las parrandas.
CREONTE: Pero tú solo sabes gastar. Ni sabes cómo hacer trabajar más a esos campesinos.
ETEOCLES: Esos campesinos, tío, ya no son los de antes; son unos huevones.  Hoy se fueron como treinta más, dizque para el otro lado; y el Simón y el Pedrito se pasaron a los narcos. Esto cada día se pone peor. 

Las dos prostitutas que han permanecido calladas y sumisas, miran a los dos hombres con miedo.

ETEOCLES (mira a las muchachas): Hasta estas hembritas andan con pretensiones de irse pa’l otro lado. Pero si lo intentan, ya saben lo que les espera.

MUJERES: Nosotras, todas nosotras, sabemos lo que les espera.

CREONTE: Necesito hablar contigo.
ETEOCLES (dirige la palabra a las prostitutas): Espérenme en la cama. Y estén listas. Y se me portan bien…

Las prostitutas salen.

CREONTE: ¿Cuánto gastaste esta noche? No, no quiero saber. ¿Sabes que estamos en la miseria?
ETEOCLES: ¡Ah, nomás quise divertirme un poco!
CREONTE: Es imposible que ganemos dinero desde la creación de NAFTA. ¡Pinche gringos, nos jodieron con eso! Solo vinieron a poner sus empresas y jodernos el negocio. No hay impuestos en nuestras exportaciones. Todos están comprando las importaciones de los gringos y ya no nos entra dinero. También, estas guerras entre los narcos nos están arruinando.
ETEOCLES: Es la guerra entre los gringos y los narcos contra nosotros, tío, contra los que manejábamos estas haciendas y hacíamos que México anduviera bien.
CREONTE: Me parece que no comprendes bien.  Si hasta los hacendados se han prendido en esos negocitos de armas y drogas.
ETEOCLES: Por eso, tío, lo mejor es divertirse. ¡Ah, viejo terco, solo tenemos una vida! ¿Por qué no disfrutarla?
CREONTE: Eso podrás hacerlo tú.  Pero yo tengo que ver qué hago con tus hermanos. 
ETEOCLES: Mándelos pal’ otro lado.
CREONTE: ¡Quién sabe por dónde andará Antígona! Desde que murió tu padre anda con el viejo Tiresias. ¿Quién sabe en qué parte de la república andará?
ETEOCLES: A lo mejor ya pasaron pal’ otro lado.  O el viejo la andará haciendo trabajar de puta.
CREONTE: No hables así, cabrón. Además, tu hermana es una niña.
ETEOCLES: Con más razón (se ríe).  Las niñas se cotizan mejor en el mercado, tío.
CREONTE: A lo mejor, pero con niñas bonitas y tu hermana…
ETEOCLES: Usted, tío, vive en el pasado; ahora, mientras sea niña, algunas monedas reporta.
CREONTE: Tiresias nunca lo permitiría. Lo conozco.
ETEOCLES: Ese viejo por unos centavos le vende su alma… y el cuerpo de mi hermana también… al diablo o al pobre diablo que esté dispuesto a pagar… ¡Vamos, tío, venga, le presto a una de las chavas y nos divertimos un poco!  La vida en esta hacienda está cada vez más aburrida.  Hay tristeza y muerte por todas partes. Es un páramo que solo sirve para los cadáveres.


Escena 2

CREONTE: (Lleva a Ismena y Polinices de la mano, los niños están congelados; detrás está Etéocles]: ¡Así que esto es América! ¡La tierra de la libertad y la prosperidad!  Es diferente a lo que había imaginado.  Los sonidos de la ciudad, las calles pavimentadas, las casas enormes.  ¡Este es el sueño americano!  Aquí empezaré una nueva vida.  Vamos, niños, aquí a todos nos irá bien, ya verán.  Y tú, Etéocles, aquí te portas como es debido, porque si empiezas a hacer de las tuyas, terminarás en la cárcel en menos que cante un gallo. Buscaremos la herencia de Edipo.  Los gringos que lo habían adoptado, según dicen, eran ricachones y le dejaron todo a su nombre.  Con ese dinero empezaremos aquí.

Temprano en la mañana.  Ismena, Polinices y Etéocles se descongelan como despertándose de dormir toda la noche.  Comienzan a moverse, como si fueran a desayunar.

ISMENA: Tío, ¿a dónde va tan temprano?
CREONTE: Tú, Etéocles, vienes conmigo. Y tú, Polinices, te quedas cuidando a tu hermana. ¡Vamos!
ETEOCLES: ¡Espere, tío, déjeme comer algo! ¡Tengo hambre!
CREONTE: Ya sé, pero deja lo poco que hay para tus hermanos.  Nosotros veremos de comer algo por ahí.  Pronto vamos a comer bien y descansar en un buen lugar.  Como los gringos.  Lo importante, lo primero, es ver cómo le hacemos para recibir la herencia de tu padre.

They arrive at the office. Creon walks up to the front desk.

RECEPTIONIST: Good morning, how can I help you?

Creon stands there and does not say anything.

RECEPTIONIST: Do you speak English?

He continues to stand there.

RECEPTIONIST: Let me go get the translator.

She returns with a translator.

TRANSLATOR: Buenos días, señor. ¿Cómo le puedo ayudar?
CREONTE: Estoy aquí con mis sobrinos para gestionar la herencia de su padre.
TRANSLATOR: ¿Cómo se llama tu hermano?
CREONTE: No era mi hermano, era mi cuñado.  Se llamaba Edipo Hernández. Recibió una herencia de sus padres adoptivos.
TRANSLATOR: Bueno, déjeme buscar la información en la computadora.  Regreso en un momento.

Creonte y Etéocles se miran muy nerviosos, como si estuvieran en otro planeta. After a few minutes pass.

TRANSLATOR: I have your brother’s file here. ¡Oh, disculpe… me olvidé que no hablan inglés!  Temo decirles que debido a la crisis económica, la suma que irán a cobrar después de hacer varios trámites, no tiene el poder adquisitivo que tenía cuando los padres de su hermano…
CREONTE: Mi cuñado…
TRANSLATOR: ¡Oh, lo siento! Sí, su cuñado.  Lo cierto es que esa suma de dinero ya no es tan importante  como lo era en el pasado. 
CREONTE: ¿Qué? ¿Cuánto es lo que me van a dar?
TRANSLATOR: Unos $10,000.
ETEOCLES: ¡Pinches gringos!
CREONTE: ¿Podré comprar una casa con esa lana?
TRANSLATOR: Umm...I’m afraid not.
CREONTE: ¿Qué?
ETEOCLES: Tío, parece que esta lana no nos alcanza ni para ir a McDonald.
TRANSLATOR: No exageres, muchacho.
CREONTE: ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Dónde vamos a vivir?  Estoy solo aquí en este país con dos niños y (señalando a Eteócles) este muchacho.
TRANSLATOR: Le sugiero que busque un apartamento barato y lo rente.  Deposite parte del dinero en una cuenta bancaria. Y trate de encontrar un trabajo lo más pronto posible.

Escena 3

En un parking cerca de Home Depot. Creonte y Etéocles están entre los hombres, se miran a veces, pero no dicen nada.

HOMBRE 1: Desde las 5 y media de la mañana, wey, y no pasa nada.
HOMBRE 2: Casi no hay trabajo.
HOMBRE 3: Todos piden papeles.
HOMBRE 1: No, no todos; pero los que no piden, no quieren pagar lo que corresponde.
JORNALERA 1: Lo mismo las viejas, quieren hacerte trabajar todo el día por nada.
HOMBRE 2: Comadre, Ud. no debería estar aquí con esa criatura. Es peligroso para una mujer.
JORNALERA 2: Es peligroso para todos.
HOMBRE 1: ¿Y anda sin marido?
JORNALERA 1: ¡Qué le importa!
HOMBRE 3: La señora ya se ha agringado, con eso de la privacy…

Todos ríen.

HOMBRE 1 (a la mujer 1): Se lo pregunto en buena onda. 
JORNALERA 2: ¿Y tú, papacito?
HOMBRE 1: Ando solito.  Mi media naranja se quedó en Jalisco. Una mujer no debería andar sola buscando trabajo aquí, y menos con hijos.
JORNALERA 1: Necesito trabajar.  El cabrón me hizo venir de México y cuando llegué estaba con otra vieja.  Ahora tengo que conseguir trabajo para darle de comer a mi niño.
JORNALERA 2 (asustada): Hey, corran, que viene la migra…

Todos salen corriendo. Creonte y Etéocles no saben qué hacer, uno intenta correr para un lado y otro para el otro, luego los dos se van para el mismo lado.

Escena 4

The scene opens with Creonte, Ismena, Polinices and Etéocles in a run down one room apartment.  Creonte is putting on his best Sunday clothes.

ISMENA: Tío, ¿a dónde va?
CREONTE: A buscar trabajo, m’hijita.  Les prometí que compraría la casita que se merecen. Una casa con jardincito, con buen baño, con todas las comodidades, para que vivan como antes, como estaban acostumbrados en la hacienda. Se portan bien. Etéocles, tú cuida de tus hermanos. Y no te pelees con Polinices.
ISMENA: Tenga cuidado, tío. No se pierda.
CREONTE: Hasta luego.  No se preocupen. Yo sé hacer las cosas.

Creonte leaves the apartment.  He’s walking down the street and comes up to a house.  He knocks on the door.

CREONTE (broken English): Hi, mi name Creonte (pronuncia ‘name’ en español).  Need work?
PERSON: Not right now (slams the door).  

Creonte continues to walk and goes up to the next house.

CREONTE (broken English): Hi, my name Creonte García (pronuncia ‘name’ en inglés). Yo need work (Person slams the door without saying a word)

With head hanging he moves on to the next house but before he gets there a truck comes up beside him.

MAN IN THE TRUCK [broken Spanish]: Necesito hombre trabajar. ¿Quieres?
CREONTE: ¡Si! (He jumps into the bed of the truck)

MUJER 1: ¡Vaya a saber una a dónde lo llevan en esa troca!
MUJER 2: A mí también me subieron a un carro y ya no pude volver.
MUJER 3: Algunos vuelven, pero para nosotras todo es más sucio.
MUJER 4: Lo harán trabajar muchas horas y le darán unos pocos dólares que gastará en camión para volver a su casa.
MUJER 5: A nosotras nos hicieron trabajar duro y ni siquiera necesitaron pagarnos el camión; nos tiraron por ahí, carroña para las aves y las hienas. Ni mi madre me reconoció después.

The scene opens in the yard of a mansion in the hills.  Creonte is working in a flower bed in front of the house next to another day laborer. Creonte is staring at the porch.

LABORER (playfully).  Oye, ¿qué miras, wey?
CREONTE (laughing): ¡Nada! ¡Ponte a trabajar, cabrón, que eso es por lo que te pagan!
LABORER: ¿Te gusta la hembrita, verdad?
CREONTE: ¡No está nada mal! Pero es la hija del patrón.
LABORER: ¡Qué importa! Ella es gringa y te está echando los perros…
CREONTE: ¿Tú crees?
LABORER: Pos claro, wey. Cásate con ella y arreglas tus papeles. Hazle un chipayate y luego te casas. ¡Piensa! Si esa hembrita me mirara así a mí, ya la tenía bien amarradita.
CREONTE looks up at the porch and she is staring down at him smiling.


MUJER 6 (al público): Y así pasaron como unos dos años.
MUJER 7: Creonte se casó con Eurídice, la hija del patrón.
MUJER 9: Y Creonte se fue a vivir a una casa muy linda que el padre de la muchacha les dio como regalo de boda. 
MUJER 1: Y Creonte se llevó a sus sobrinos a vivir con él. 
MUJER 3: Le muchacha le dio en poco tiempo dos machitos preciosos.
CREONTE (levantando una criatura en sus brazos): ¡Hemón! ¡Mi segundo hijo! ¡Qué rápido pasa el tiempo! Mira a tu hermanito, ya empieza a caminar.

VIEJA 1: Pobre chavito, no vivirá mucho, lo matarán los narcos en la frontera.

CREONTE (Orgulloso, al público): Tengo una hermosa esposa, dos hijos, y mis papeles. ¡Este es el sueño americano!

VIEJO: No te durará mucho, Creonte.

Escena 5

VIEJA 2: ¡Un tambor, suena un tambor!
MUJER 3: Allá viene Antígona.
MUJER 2: Ha crecido, no es una niña ya.
MUJER 6: Se la ve cansada, agobiada.
MUJER 4: De niña anduvo de bastón de su padre por todo México y ahora ayuda al otro viejo.
MUJER 7: Tiresias ya casi ni ve.
MUJER 3: Mejor así, por lo que hay que ver en esta tierra. Solo vacío, ruinas, cadáveres.
MUJER 5: El cansancio no es lo peor, lo verdaderamente insufrible es el desprecio.
VIEJA 2: Por donde anduvo con su padre, la escupieron.
VIEJO: ¡Qué suenen los tambores por Antígona!  Esa niña ya ha visto demasiado horror para su edad.

Entra Antígona con Tiresias. Ambos están cansados, agobiados, tristes.  Apenas pueden hablar.

ANTIGONA: ¡Ay, Virgencita de Guadalupe, que me la pusiste difícil!  Este desierto está cada vez más ardiente y más seco.
TIRESIAS: Seco como mi piel; ardiente como mi deseo de que llegues a tu hacienda y te encuentres con tus hermanos.
ANTIGONA: ¿Qué piensas, Tiresias? ¿Qué me dirán cuando llegue?
TIRESIAS: Te recibirán con tambores, con los brazos abiertos, con mucho cariño, por lo que has hecho por tu padre.
ANTIGONA: Nadie quiso a mi padre después de saberse la horrible verdad de su destino.  Lo obligaron a exiliarse.
TIRESIAS: Edipo, el doblemente exiliado, el doblemente extranjero, vagando por toda la república mexicana y sin recibir un solo vaso de agua por piedad.
ANTIGONA: La gente huye de la desgracia de los otros; cada cual a su cueva.  Ninguna mano solidaria. Ya ni los muertos respetan.
TIRESIAS: Dime, ¿ya puedes ver la hacienda desde aquí?
ANTIGONA: No. No veo nada.
TIRESIAS: Mira bien.
ANTIGONA: Solo veo una enorme maquiladora, hay mucha gente entrando y saliendo.
TIRESIAS: ¿Cómo puede ser eso? Aquí siempre hubo sembradíos.
ANTIGONA: ¡Mi dios! Ahí está… ahí está la casona… derruida… Ya no vive nadie allí.  Todo es un páramo, viejo.

VIEJA 1: Corre, Antígona, vete lejos.  Todavía la casa, aún en ruinas, conserva la maldición de tu familia.
VIEJO: No le queda de otra. Ya no hay nada allí que la espere.
MUJERES: Solo muchachas como nosotras, que vamos de aquí para allá, de Juárez a Tijuana, siempre con un destino incierto.
VIEJA 3: El destino de Antígona ya está escrito. Tendrá que volver a partir, a caminar el desierto, a sufrir.

ANTIGONA: ¿Qué haremos, viejo Tiresias? Dímelo, tú que sabes tantas cosas.
TIRESIAS: Habla con esas viejas, seguramente alguna sabe.
ANTIGONA (a la VIEJA 1 y 2): Por piedad, ancianas, ¿son Uds. de aquí?
VIEJA 1 (a la VIEJA 2): ¡Qué atrevida, nos dijo ‘ancianas’!
VIEJA 2: ¿Qué buscas muchacha en estas soledades? 
ANTIGONA: A mi familia.
VIEJA 1: Ya todas las familias se fueron… se fueron desintegrando… ya queda poca gente de aquí… Solo hay gente joven para trabajar, vienen de todas partes, tienen hambre, buscan trabajo y abandonan también a sus familias en otras partes.
VIEJA 2: Todos se desconocen… son como extranjeros en su propia tierra…
ANTIGONA: Soy la hija de Edipo, el propietario de la hacienda Tebaida.
VIEJA 1 (se persigna): ¡Ay, m’hijita!  Ahora regresas.  ¿Y dónde está tu padre?
ANTIGONA: Mi padre murió.
VIEJA 2: ¿Y dónde lo enterraron?
ANTIGONA: Nadie sabe bien. Él decía que todas las tierras eran su patria. Era gringo en México y mexicano del otro lado, por su piel. Pero decía que no hay otro lado, que todo era la misma tierra. Solo unos campesinos saben dónde cavaron su tumba. Es un secreto. Para las generaciones futuras, decía, toda será la tierra de Edipo, el doblemente extranjero, el que no podía ser extranjero.
VIEJO: Así es.
ANTIGONA: ¿Y a dónde se han ido mis hermanos?
VIEJA 2: Tu tío Creonte se los llevó pal’norte.
VIEJA 1: Tu tío no sabía manejar la hacienda y tu hermano Etéocles gastaba en parrandas lo poco de ganancia que daba la tierra. 
VIEJO: La gente comenzó a emigrar, otros se metieron al narcotráfico y andan por ahí esquivando como pueden las balaceras y las venganzas.
TIRESIAS: Niña, vayámonos para la frontera y pasemos al otro lado.  Alguien sabrá decirnos donde están.
VIEJO: Partieron en busca de la herencia que le dejaron a tu padre los gringos que lo adoptaron.
ANTIGONA (A Tiresias): Otra vez al camino, al desierto, al desprecio.  ¿Y cómo le haremos para pasar sin papeles?
TIRESIAS: Ya no diremos quiénes somos.  Trataremos de pasar a como dé lugar. Ni modo.  Alguna tierra nos alojará.  Mientras vivamos, alguna tierra nos dará cobijo. Conseguirás un trabajo y todo comenzará a mejorar.
ANTIGONA: No, todo nos dará dolor, más dolor.  En todos estos años no he podido conseguir nunca un empleo; dudo que pueda conseguirlo allá. Ni inglés hablo.
TIRESIAS: Aquí todos conocían tu pasado, pero allá nadie nos conoce; a nadie le importa nada de la vida privada de la gente.  Mientras tanto, buscaremos a tu familia.
ANTIGONA: No será fácil escapar a mi destino

Antígona y Tiresias se alejan.

VIEJA 1: No lo será. Está escrito.
VIEJO: Así es.

Escena 6

En Tijuana.

ANTIGONA: Esta ciudad me marea.
TIRESIAS: Tijuana da vértigo a cualquiera y hasta pánico. Pero aquí caen todos los esperanzados, los que pudieron llegar si no los agarró la Pelada en el camino.
ANTIGONA: Hablemos con ese hombre, a ver si nos orienta un poco.
TIRESIAS: Buenos días, compadre.
PROCOPIO: Buenos días.  Todos son buenos días en Tijuana; el sol no hace distingo para las Californias. ¿Cómo están? ¿De dónde vienen? ¿Quiénes son ustedes? (Mira a Antígona) ¡Bonita chava! ¿Cómo te llamas?
ANTIGONA: Buenos días, señor.  Me llamo Antígona.
PROCOPIO: ¿Qué hacen por estas tierras? ¡Ah, perdón! ¿Dónde están mis modales? Me llamo Procopio y soy un descendiente del gran héroe Joaquín Murrieta.
ANTIGONA: ¿Quién es ese Joaquín?
TIRESIAS (solo a Antígona): Me parece que dimos con un embustero.  (A Procopio) ¿De verdad? No puede ser, a Joaquín Murrieta lo mataron hace mucho tiempo, ya casi nadie lo recuerda.  (Tiresias empieza a tutearlo) Me parece que no nos estás diciendo la verdad.  No quieras engañar a tus paisanos, sobre todo a mí, tan viejo.
PROCOPIO: Yo nunca miento, señor. Siempre digo la verdad… solo algunas veces no lo hago y digo lo que más me convenga.  No dije que haya conocido a Murrieta, solo que soy un legítimo descendiente de él y estoy bien orgulloso de serlo.
TIRESIAS: Bueno, así está mejor, entonces sí le creo, joven.
ANTIGONA: Honestamente, no sé de qué o de quién están hablando.  Mejor vamos al grano y hablamos de lo que nos interesa. Díganos, señor, ¿cómo podemos cruzar la frontera?  No tenemos papeles.
TIRESIAS: Sí, eso haremos.  
PROCOPIO: Yo podría ayudarlos, claro que eso cuesta. Pero antes que nada, será mejor que me digan quiénes son ustedes, y de dónde vienen.
TIRESIAS: Es una historia muy larga. Esta niña es hija de un hacendado famoso, Edipo Hernández, nacido en México, con un padre que, debido a una maldición, lo mandó matar, porque temía que su propio hijo lo matara.

Las Lloronas susurran y mientras tanto se ve la mímica con la reacción de Procopio a cada una de las cosas que éstas cuentan.

LLORONA 1 (Chismoseando entre ellas y con el público): El sicario que tenía que cumplir esas órdenes se arrepintió, lo llevó a la frontera y se lo dio a unos gringos que no podían tener hijos. 
LLORONA 2: Se crió como gringo, pero un día se enteró que él iba a matar a su padre y a casarse con su madre, y entonces escapó a México, para que no se cumpliera la profecía, porque no quería desgraciarse ni desgraciar a los que tanto quería.
LLORONA 3: Así fue como en el camino mató a un hombre, que resultó ser su padre, y por circunstancias de la vida, terminó casándose con la viuda de éste, que resultó ser su madre.
LLORONA 2: Con ella tuvo cuatro hijos, dos machitos y dos hembritas. Cuando mucho tiempo después se enteró de la verdad, porque todo lo había hecho en su desconocimiento, ya era tarde.
LLORONA 1: Se quemó los ojos y todos los de la hacienda lo despreciaron y por eso se tuvo que ir lejos. 
LLORONA 3: Recorrió todo México, acompañado de esta muchacha, que es su hija y hermana, y ambos sufrieron mucho.  Un día se vino para la frontera y no se sabe bien de qué lado lo enterraron. 

TIRESIAS: Él decía que toda era la misma tierra, que no era extranjero en ninguna, aunque algunas a veces se sentía doblemente extranjero.
PROCOPIO: ¡Es una historia muy chingada!
TIRESIAS: Para hacérsela corta, le cuento que volvimos con esta muchacha a la hacienda y ya no había nada allá; los gringos habían instalado unas maquiladoras.  Estaba lleno de gente desconocida.  Unas viejas nos dijeron que la familia de esta niña se había pasado para el otro lado y por eso estamos acá, para ver si podemos pasar y buscar a su familia.
PROCOPIO: ¡Qué historia más trágica! ¡Y yo que creía que la de Joaquín Murrieta era lo más trágico que se había visto! (Mirando a Antígona de arriba abajo) ¡Y vea que  hermosura de muchacha! Tú, niña, podrías hacer una fortuna, si quisieras… si te animaras… Aquí en Tijuana…
ANTIGONA (A Tiresias): Será mejor que busquemos a alguien que pueda ayudarnos.
PROCOPIO: No te apures, muchacha.  Yo puedo ayudarte. Soy el mejor pollero de la región y muy dedicado a mi trabajo. Tal vez podamos arreglar un acuerdo. Ya saben, es una profesión difícil y peligrosa. Lo que cobramos a veces no paga los riesgos.
TIRESIAS: Nosotros no traemos casi nada de dinero.
PROCOPIO: Su historia me conmovió mucho y por eso estoy dispuesto a ayudarlos por  unos pocos dólares, y hasta podría hacerles un descuentito si la muchacha… coopera…
ANTIGONA (sin entender la sugerencia): ¿De verdad, señor?  Nosotros estamos dispuestos a pagar, dentro de nuestras posibilidades y a cooperar en lo que sea.
TIRESIAS (A Procopio): Si quieres ayudarnos, está bien.  Pero con la muchacha no te metas.

MUJER 3 (Al público): Después de un buen tiempo, al final pasaron la frontera.
MUJER 4: Si no hubiera sido por el viejo Tiresias, Antígona hubiera tenido nuestro destino.
MUJER 1: Al menos ese Procopio se conmovió con la historia.
MUJER 5: Y nos les cobró tan caro…
MUJER 2: A lo mejor era verdad que descendía de Joaquín Murrieta.
MUJER 3: Llegaron a Los Ángeles. Anduvieron días y días por todas partes.
MUJER 7: Durmieron y comieron con los homeless en downtown.
MUJER 9: Y fue allí que alguien les dio la primera pista para encontrar a Creonte García.

Escena 7

En la casa de Creonte.
TIRESIAS: Creo que ésta debe ser la casa de tu tío.
ANTIGONA: ¡Qué bonita casa! Si ellos viven aquí, quiere decir que les ha ido muy bien.
TIRESIAS: No todo lo que reluce es oro, m’hijita.

Golpean a la puerta.

CREONTE (desde dentro de la casa): ¡Eurídice, están tocando a la puerta! Fíjate quién es.
EURIDICE (mirando por una ventana): Es un viejo con una muchacha. Parece que andan pidiendo comida o algo así.
CREONTE: ¡Un viejo y una muchacha! Déjame ver, mensa. Creo que es Tiresias y mi sobrina Antígona. (Abre la puerta) ¡Antígona, mi bella sobrina!  Pasen, pasen.  (Se abrazan) ¡Ay, viejo Tiresias!  Yo sabía que un día iban a llegar, lo sabía.  Pasen, por favor, se miran muy agotados y cansados.
ANTIGONA: Sí, tío, hemos andado mucho.  Primero con mi padre, por todo México, sin encontrar un lugar donde quedarnos.  Y luego aquí en Los Angeles, de un lado para otro, buscándolos.
CREONTE: ¡Esta es Eurídice, mi mujer! ¡Eh, vieja, que haces allí parada! ¡Ve a preparar algo para que coman y descansen! ¿Y por donde pasaron, si se puede saber? ¿Cómo pasaron, quién los ayudó?
TIRESIAS: Venimos de Tijuana.  Lo demás no importa.
CREONTE: Nomás preguntaba.  ¿Y dónde se están quedando?
TIRESIAS: En la calle, apenas si nos dan para comer.
CREONTE: Aquí son bienvenidos, tendrán techo y comida.
EURIDICE (Entrando con comida y bebidas): What are you saying? No se pueden quedar aquí, no tenemos suficiente espacio. Are you crazy?
CREONTE: No seas culera, son familia y además sabes que hay un cuarto vacío donde se pueden quedar.
EURIDICE: En ese cuarto no se quedará nadie.  Era el de mi hijo y seguirá siendo de él. Además, son dos bocas más en la casa y no vamos a poder con todo esto. El dinero apenas nos ajusta para los gastos de nosotros.
ANTIGONA: Pero la casa es muy bonita, yo pensé que la estaban pasando muy bien aquí.
EURIDICE: Mira, muchacha, esta casa me la compró mi padre cuando me casé con tu tío, que es un bueno para nada.  Murió mi padre y en menos de un año ya tu tío nos había llevado a la bancarrota.
CREONTE: Yo hice lo que pude.
EURIDICE: Lo mismo hizo con la hacienda de tu padre. No sabe nada de negocios.
CREONTE: Siempre hago muy bien lo que se me manda.
TIRESIAS: Con un cuarto nos arreglamos.
ANTIGONA: Tío, y mis hermanos, ¿dónde están?  ¡Me muero por verlos!
CREONTE: Tu hermana Ismena y mi hijo Hemón están en la escuela. Ya pronto van a graduarse. En un rato llegan.
ANTIGONA: ¿Y Polinices y Etéocles? ¿Estudian también? ¿Trabajan?
CREONTE: Polinices estudió por un tiempo, y anda por ahí metido en causas perdidas. Pero Etéocles, no. Ya sabes cómo es tu hermano.  Las parrandas y los vicios lo atraen como un imán.  Pero desde que llegamos aquí al menos no se ha metido en problemas. 
ANTIGONA: ¿Y qué hace entonces?
EURIDICE: Trabaja con tu tío. 
TIRESIAS: ¿Y a qué te dedicas ahora, Creonte?
CREONTE (orgulloso): Ya soy americano y me dieron un puesto en la migra; soy agente de la migra, y Etéocles trabaja conmigo. Nos ordenaron vigilar la frontera para que no pasen los mexicanos.
EURIDICE: Los mexicanos y todos los demás, vienen de todas partes; cada vez más, ya no sé a dónde vamos a ir a parar con tanto ilegal.
TIRESIAS: ¿Ilegal?
CREONTE: Hay que tratar de que se queden del otro lado, sea quien sea. Hay que cuidar la frontera.
EURIDICE (A Antígona): Tú tío piensa que “cuidar la frontera” es solamente ocuparse de los mojados.  Pero Megareo, mi hijo mayor, murió muy joven acribillado en una balacera con narcos. Hay contrabando de todo en la frontera, de armas, de mujeres, de campesinos, de órganos. 
CREONTE: A mí me ordenaron cuidar que no pasen los de allá y eso es lo que hago.
EURIDICE: Eso es lo único que sabes hacer, cumplir órdenes.  Pero por tu ceguera perdí a mi hijo.
CREONTE: A Megareo lo mandé a que se ocupara de los migrantes, pero era bien necio el cuate, quería ser héroe, decía que no era un cobarde y se metió a combatir a los narcos. Yo no tengo la culpa. Yo lo quería harto al cuate, siempre quise protegerlo, pero tenía un carácter de los diablos.
EURIDICE: Lo mandaste a la cueva del lobo, no quieres entender que la frontera es terreno de narcos.
CREONTE: La DEA se ocupa de esas cosas, yo solo cuido que no crucen.
TIRESIAS (Dándose cuenta de la situación anterior, cuando Creonte preguntaba quién los había cruzado): ¿Y ahora, Creonte, cómo le hacemos con nosotros? 
CREONTE (Haciéndose el desentendido): Y bien, en ese cuarto se pueden quedar.
TIRESIAS: Eso es lo de menos. Me refiero a que nosotros tampoco tenemos papeles.
CREONTE (dudoso): Pos, ustedes son familia; yo soy americano ahora y ya les conseguiremos los papeles.
EURIDICE (A Antígona y Tiresias): Les ruego que me disculpen, pero eso no podrá ser. Ese cuarto guarda la memoria de mi hijo, no puedo ocuparlo. Traten de comprender.
CREONTE: Yo soy el que trabaja en esta casa y el que mantengo a todos, así que yo tengo la última palabra y no se hable más. Se quedan.
EURIDICE: Más trabajo para mí también. Cocinar, lavar, planchar, limpiar la casa. No eres tú el único que trabaja, cabrón. Ahora que los muchachos se estaban por graduar y que yo pensaba volver unas horas a trabajar al hospital, me sales con esto.
CREONTE: Ya volverás al hospital, todo a su tiempo. 
TIRESIAS: ¿Y qué tal si hacemos un trato?  Cuando ustedes se van a trabajar y los muchachos a la escuela, yo me quedo a cuidar de la casa. Así Eurídice podrías retomar tu puesto en el hospital. Esta es tu oportunidad de poder hacerlo, Eurídice.  Piénsalo.
EURIDICE (conmovida): Y… sí… creo que es una buena idea… un buen trato. ¿Está seguro que podrá?
TIRESIAS: Sí, no veo mucho, pero me las arreglo.
EURIDICE: Está bien. Acepto, me servirá para salir un poco de esta casa y distraer esta tristeza que traigo metida hasta los huesos. De paso retomo mi puesto y traigo unos dolaritos. ANTIGONA: ¡Qué bueno! ¡Podremos quedarnos! ¡Finalmente una casa! ¡Mi familia! Gracias, tío.  Gracias… tía.  Ahora sí que siento que mi destino está cambiando.

VIEJA 1: No hay que celebrar en las vísperas.
VIEJA 2: No todo lo que reluce es oro.
VIEJO: La esencia del destino es no cambiar.

Escena 8
Escena comienza con Tiresias, Ismena, Hemón y Antígona en el comedor de la casa de Creonte comiendo pan dulce y contando cuentos.

ANTIGONA: ¿Y cómo les fue en la escuela? ¿Cómo les fue con el inglés? ¿Lo aprendieron rápido?
ISMENA: ¡Ay, hermana, al principio me costó, pero después ya lo fui dominando mejor! Como Hemón hablaba más inglés que yo, siempre me ayudaba.
HEMON (En un “broken Spanish”): Y tu hermana me ayudar con las Spanish classes and I helped her with her English. Hi, Tiresias, why don’t you tell us a story from México?
TIRESIAS: ¡México tiene muchas historias!
ANTIGONA: ¿Ustedes saben algo sobre la historia de un tal Juan Murrieta?
TIRESIAS: ¡Joaquín Murrieta!
ISMENE: Sí, quiero conocer el final de esa historia. El otro día Tiresias me había empezado a contar un poco sobre él… pero no sé cómo termina esa historia.  ¿Cuéntanos, Tiresias? ¿Qué pasó después?
TIRESIAS: Yo sé que los California Rangers lo decapitaron.
ANTIGONA: ¿Y eso por qué? ¿Qué había hecho?
ISMENA: Había intentado hacer justicia. Ayudaba a los mineros frente a la brutalidad de los gringos.  Después le mataron a su mujer y entonces formó la banda de los Cinco Joaquines.
HEMON: My teacher told me that they were five Joaquines.  All of them were greasers.
ISMENA: No hables pendejadas.  You are a greaser too.
TIRESIAS: Para los gringos Joaquín Murrieta era un criminal que había violado la ley. Le atraparon varias veces y otras tantas escapó. Robaba y repartía el dinero entre los mineros empobrecidos. Buscará venganza eternamente como un mal espíritu.
ANTIGONA: ¡Oh, me siento orgullosa de que sea un héroe mexicano!
HEMON: Nobody knows that.  My teacher told me that he came from Chile.
ISMENA: Era de nuestra tierra, hermana.  De Sonora.  De San Rafael del Alamito.  ¿Te acuerdas que una vez mi papá nos llevó por allá?
TIRESIAS: Otros dicen que era de Trincheras.
ANTIGONA: De Alamitos o de Trincheras, lo importante es que era de Sonora. ¿Y dónde está su tumba? Deberíamos ir a llevarle unas flores.
TIRESIAS: Como con tu padre, no se sabe bien dónde está enterrado.  Hay por lo menos tres lugares donde dicen que está su cuerpo descabezado.
ANTIGONA: ¿Qué hicieron con la cabeza?
TIRESIAS: Los gringos, después del juicio, se la cortaron y la expusieron al público, colgándola dentro de un teatro. Cobraban un dólar la entrada para verla, como si fuera un show.
ISMENE: Ni funerales tuvo.
HEMON: Because he was a criminal.
ANTIGONA: Los funerales no se le niegan a nadie. Eso es algo que está más allá de la ley de los hombres.
HEMON: The Government collected a lot of Money with that head.
ANTIGONA: ¡Eso es un horror! ¿Cómo pueden los gringos hacer negocio con una cabeza?
HEMON: Not only Americans, los mexicanos pagar también to see it.
TIRESIAS: Con cualquier cosa se puede hacer negocio.
ISMENA: Algún día se hará justicia.
ANTIGONA: Yo haría justicia con mi propia mano.
ISMENA: Eso es venganza, no justicia.

MUJER 2: No nos han hecho a nosotras los funerales tampoco.
MUJER 1: No nos han hecho justicia, ni con mano propia ni con mano ajena.
MUJER 3: Y tal como va todo en el mundo, tampoco tendremos nosotras una tumba con nuestros nombres.  Quedaremos en el anonimato de la historia.
MUJER 5: Solo unas denuncias llenas de polvo en algún lugar.
MUJER 4: Sólo un recuerdo evanescente en el corazón de nuestras madres.
MUJER 7: Sí, un agujero en los corazones.
MUJER 9: Un hueco en los archivos.
MUJER 8: Un agujero ciego en la justicia, que ya es demasiado ciega.

Escena 9
Polinices camina hacia la línea para cruzar la frontera y Etéocles, agente de la migra, se le queda viendo.

ETEOCLES: ¡Eh, wey! ¿Qué crees que estás haciendo?
POLINICES: Me estoy yendo para México, ¿cuál es el problema?
ETEOCLES: Polinices, ¿eres tú?
POLINICES- ¡Etéocles, hermano! No te había reconocido.
ETEOCLES (Muy orgulloso de su uniforme): Es por el uniforme, wey.  ¿Y qué andas haciendo por aquí?  Es peligroso andar por estos lugares.
POLINICES: Sí, hermano, soy yo, me voy de regreso a México, ya lo he decidido.  Voy a pasar para el otro lado, así no te voy a dar ningún trabajo, ¿verdad?
ETEOCLES: Polinices, ¡no sabes qué gusto me da verte! Haces siglos que no vas por la casa. ¿Qué has estado haciendo?
POLINICES: Me casé pero, después de un tiempo, la cabrona se largó con otro. También anduve ayudando a unos campesinos y a todos esos muchachos, los dreamers. ¡Algo hay que hacer! Así que ya no tiene sentido que me quede. ¡Todo está muy podrido aquí! Y tú, ¿qué?
ETEOCLES: ¡Tú siempre queriendo componer el mundo!  ¡Como vez, yo aquí trabajando en la frontera! El tío me metió a trabajar para la migra. Espera, no te alejes, iré por Creonte, le dará gusto verte. ¡Él trabaja aquí también!  Es mi boss (se ríe).
           
Creonte llega y, para sorpresa de Polinices, lo abraza fuerte por un rato y por fin habla.

CREONTE: ¡Polinices, m’hijo, me da tanto gusto verte! ¿Cómo que te quieres regresar a México? No hay nada que hacer allá, todo se lo llevó la chingada.
POLINICES: Hay mucho por hacer allá, al menos ayudar a los que quieren cruzar, para que no los abusen los polleros y los narcos.
CREONTE: ¡Te has vuelto loco, o qué? ¡Te matarán en el primer fuego cruzado!
POLINICES: También me podrían matar las gangas en Los Ángeles. Hay fuego cruzado en las calles de aquí también, tío.  ¿O vives en el limbo?
CREONTE: Mejor te quedas. Tus hermanos te necesitan, son familia. Aquí andamos necesitando agentes.  Estos gringos cada vez invierten más dólares en la frontera.  ¿Cómo te parece este trabajo aquí en la frontera?
POLINICES: Gracias, tío, pero esto no es pa’mí.
ETEOCLES (parece molesto y Polinices lo ve): Ya no somos mexicanos, hermano, no te metas en esas vainas. Ahora nos toca pelear aquí, para que no pasen. Y si pasan, agarrarlos para echarlos del otro lado otra vez, hasta que se cansen y ya no lo intenten otra vez.
POLINICES: Todo está tan podrido aquí que pronto ayudaremos para que crucen de regreso a México.
CREONTE: Es que no pueden quedarse aquí, no tienen papeles, andan de criminales por todas partes.
POLINICES: Tío, me parece que a Ud. le están llenando la cabeza con babosadas. Nosotros vinimos como ellos y no somos criminales. ¿O Ud. se ha olvidado de eso?
CREONTE: Nosotros éramos… y todavía somos… gente de bien.  No estos pelados muertos de hambre.  ¿O te olvidas quién era tu padre? Quédate a trabajar aquí y luego la ves. Ganarás unos buenos billetes. Ya en unos días verás a tu primo. Hemón ya anda también en edad de venirse a hacer esta chamba también.
ETEOCLES: Y hasta verás cómo las hembras se ponen mansitas cuando te ven con el uniforme… Los tres la pasaremos bien cool.
POLICINES (con un poco de inseguridad): Bueno, tío, ocupo el trabajo, pero sepa desde ya que me quedo hasta que junte unos dólares para instalarme del otro lado y en cuanto pueda me regreso a México.
CREONTE: Verás cómo cambias de idea y te quedas. Solo que le tomes el gustito a la chamba.

Escena 10

Eurídice, her son Hemón, Etéocles, and Polinices are sitting at a big table, having a lunch, enjoying the delicious food.

HEMON: Mum, would you pass me the wings, please?
ANTIGONA: ¿Cómo se dice “tengo hambre” en inglés?
EURIDICE: Se dice “I am hungry”.
ANTIGONA: Pues I…em  hannnn…gry… (todos ríen)
EURIDICE: Guys, now when you all here and your Uncle is not around, we need to talk seriously. 
ANTIGONA: ¿Qué dijo, tía?
ISMENA: Dijo que quiere que hablemos algo serio.
HEMON: Mum, I think it is better you try to speak Spanish…
EURIDICE: It is difficult for me, but I’ll try.  Estoy preocupada porque tú Hemón, y tus primos, están trabajando as the border patrol. There is a lot of crime going on, especially the arms and drugs trade.
HEMON: Don’t worry, mum.  No se preocupe, we only deal with migrants.
EURIDICE: Eso es lo de menos, hay otros problemas en la frontera, you know?
POLINICES: That is true, I can tell.
EURIDICE: Polinices, this regards you, especially, since you were involved with gangs in the past.
POLINICES: Tía, please, no vuelva con eso, it was centuries ago.
EURIDICE: I hope so, but just in case, you should cut all your connections with gangs! Is that clear? I hope you all have in mind that my oldest son Megareo died in the arms of drug dealers. No matter what my husband says, it was his fault anyways. He is working at the border, it’s his job to control that the Mexicans and Central Americans don’t pass the border. But he needs to be aware of other issues there. When Creonte became an American citizen, he decided to protect our country from immigrants, but what about the rest?
ANTIGONA: Ismena, traduce un poco, que estoy perdida.
ISMENA: La tía dice que en la frontera hay muchos problemas. Que el tío ahora nos protege de los inmigrantes.
ANTIGONA: ¿Protegernos de los inmigrantes? ¿Y eso por qué? Solo vienen a trabajar.  Nosotros somos inmigrantes.
ISMENA: Bueno, la tía dice que también hay otras cosas, como los narcos, los terroristas, los contrabandistas de mujeres y niños…
POLINICES: Y hasta los contrabandistas de armas, que pasan de aquí para allá.
HEMON: Y los contrabandistas de órganos.
EURIDICE: Solo les pido que se cuiden… Y tu, Hemón, ni se te ocurra meterte a pelear contra esa gente.

Entra Creonte.  Se sienta a la mesa. Viene del baño.

CREONTE: ¡Uy, esta comida huele muy bien!
ISMENA: Gracias, tío, hoy Tiresias y yo cocinamos.
CREONTE: A ojos cerrados veo que se trata de auténtica comida mexicana, como en los viejos tiempos.  ¿Y se puede saber de qué platicaban?
EURIDICE: I was telling them how you failed in your job, how our son died.
CREONTE: ¡Otra vez con eso, mujer! Hemos hablado de eso ya muchas veces… Yo hago el trabajo que me mandan…
EURIDICE: You’ve never protected him.   Solo te ocupas de esos pobres muertos de hambre que vienen a trabajar, como viniste tú.
CREONTE: Mi deber ahora es controlar la frontera. Que nadie pase para este lado.
POLINICES: You are irrelevant. You don’t have a clue about what is going on at the border, tío.
EURIDICE:  I want at least you, guys, to be responsible. Please, don’t give any chances to the crime to spread, and to put yourselves into danger. Can you promise me you will not get involved in any drug negotiations over there?
HEMON: Mom, you just worry too much... (Se levanta y se va)
EURIDICE: I know what I am talking about, son. No quiero más sacrificios que no llevan a nada.
ANTIGONA: Es mejor que ayuden a los que cruzan; yo he estado en el desierto y sé lo terrible que es; a veces el calor, otras el frío; la falta de agua…
ETEOCLES: Es problema de ellos; si quieren pasar, que pidan visa y hagan todo legal. A nosotros no toca controlar que no pasen, no somos asistentes sociales. Y si no tienen papeles, los pasamos a deportación y los tiramos del otro lado.
POLINICES: I can’t believe this… You are fighting our own people. (Polinices is very angry, he leaves)
ISMENA (enojada): Me das asco, Etéocles, cuando hablas así. (Se levanta y se va).
ETEOCLES (A Ismena): Mejor te ocupas de cocinar, sister. (Se levanta y se va)
EURIDICE (A Creonte, después de un largo silencio): I warn you; be careful and don’t allow these kids to get involved in dangerous situations…
CREONTE: Ellos trabajan para el gobierno, como yo; se hace lo que mandan, se hace lo que hay que hacer… (Se levanta y empieza a irse)
EURIDICE: Abre los ojos a lo que está pasando, no vaya a ser que atraigas más desgracia a esta familia. Ocúpate de lo que verdaderamente pasa en la frontera, de los criminales, and leave those poor immigrants alone.
TIRESIAS: Escucha a tu mujer, Creonte, no seas necio.
CREONTE: Usted, viejo, no se meta en lo que no sabe. (Sale)
TIRESIAS (Mira a Eurídice, la ve agobiada): Deja, mujer, yo levanto la mesa. Tú vete a trabajar y no te preocupes por la casa.

Eurídice keeps eating, thinking, is sad.

Escena 11

LLORONA 1 (A las otras comadres): Vinimos desde lejos porque decían que aquí había trabajo.
LLORONA 2: Mi hija vino muy entusiasmada a trabajar en una maquiladora. Decía que en unos años íbamos a progresar, comprarnos una casita y finalmente vivir mejor.
LLORONA 3: La mía también pensaba eso, estaba ilusionada, pero ahora sabe Dios dónde está.
LLORONA 2: Mi hijo también vino con ilusiones; juntó un dinerito y se quiso pasar al otro lado, pero murió en un vagón de tren, todo sellado, con otros tantos paisanos. (Las mujeres se persignan).  Los polleros los abandonaron cuando apareció la migra y todos murieron allí dentro de calor, de sed, de hambre, de horror. Las migra tampoco los socorrió, los dejaron allí como animales.
LLORONA 1: Mi hija se levantó temprano, desayunó algo rápido y salió para la maquiladora.  Hasta el día de hoy no ha regresado. Ayer me llamaron de la morgue para ver todos esos cadáveres de muchachas y casi me muero ahí merito.
LLORONA 2: Sí, comadre, están todas mutiladas, yo no pude encontrar a mi hija entre tanto cuerpo destrozado.
LLORONA 3: Yo sí la encontré porque reconocí su arete y un zapato. La habían dejado… Para qué les cuento… Ese horror no encuentra palabras.  Las abusan con tanta furia que parecen atacadas por aves carroñeras.
LLORONA 2: Al menos, comadre, usted podrá enterrarla.
LLORONA 1: El desierto está cubierto de muertos que nadie conoce y que nadie sepulta.
LLORONA 2: Vamos a rezarles un rosario, aunque no sepamos quiénes son; ultimadamente todos son víctimas, todos son nuestros hijos, nuestros esposos, nuestras muchachas.

Rezan.

Esta escena abrirá con Polinices y Etéocles en la sala de su casa.

POLINICES (A Etéocles): ¿Ya oíste de las matanzas de las muchachas en Juárez?
ETEOCLES: ¡Claro que sí! Ya lo saben todos. Son unas pocas chavas que encontraron por ahí, quién sabe lo que habrán hecho.
POLINICES: ¿De qué hablas? Son más de seiscientas muertas. ¡Qué horrible lo que está pasando!
ETEOCLES: Es que las chavas quieren hacer dinero rápido y ya ves cómo terminan. 
POLINICES: No sabes de lo que estás hablando, cabrón.
ETEOCLES: ¿Acaso encontraron culpables?  Ninguno.  ¿Entonces?  ¡Vaya uno a saber en lo que andaban metidas!
POLINICES: ¡Contigo no se puede platicar! ¿Sabes? Me voy de regreso a México. ¡Ya no aguanto estar aquí sin poder ayudar a mi gente, mi gente! Me iré.
ETEOCLES: ¿Cómo que te vas, hermano? Tu lugar es servir aquí, a tu nueva nación que te ha dado todo.  ¡No puedes hacerle eso al tío, que te dio trabajo!
POLINICES: Esto no es para mí. Yo no voy a estar trabajando en contra de mis paisanos.
ETEOCLES: Ya no son tus paisanos, cabrón. ¿Y qué vas a hacer en México? Ahí no hay trabajos, la gente está retepobre y a los que sí tienen trabajo se les paga casi nada. Toda la gente de allá se muere pa’venir p’acá y tú ahora de loco sales con eso de volverte p’allá.
POLINICES: Ya no puedo ver todo este sufrimiento de la gente, todo este desierto cubierto de muertos, que son nuestros hermanos. ¡Necesito ayudar a mi gente! Al menos les ayudaré a cruzar la frontera en mejores condiciones.
ETEOCLES: Si el tío te escucha… te mete al bote.
POLINICES: Alguien tiene que proteger a esas gentes de los polleros y de los narcos que abusan de todos. Al menos dar más seguridad para que las dulces mujeres y las niñas y niños no tengan que sufrir y no temer a ser violadas o drogadas, y terminar quién sabe dónde trabajando como esclavos.  Hay más esclavos ahora que antes.
ETEOCLES: Te quieres hacer el héroe, como Megareo; acuérdate lo que nos dijo la tía.
POLINICES: ¡Que héroe ni héroe!  Déjate de hablar babosadas. Al menos les ayudaré para que se protejan del frío y del calor.

Entra Antígona con Creonte, ambos han escuchado la última parte de la conversación entre Etéocles y Polinices.

CREONTE: ¿Qué está pasando aquí?
ETEOCLES: Este menso se quiere pasar al otro lado para ayudar a todos esos nacos que nos vienen a sacar los trabajos.
POLINICES: Yo solo quiero ayudarlos a que crucen con seguridad.  Cualquier ser humano merece eso. Hay que evitar que la tierra queda cubierta de muertos…
ANTIGONA: Me siento orgullosa de ti, hermano.  Hay mucha gente insepulta en esos desiertos que merece un funeral.
POLINICES: Pero yo no voy a ocuparme de los muertos.  Solo quiero ayudar a los vivos.
ANTIGONA: A: Los muertos merecen ser sepultados cristianamente.
CREONTE (A Polinices, en tono amenazante): Ni se te ocurra hacer eso, Polinices.  ¿Qué crees que van a pensar de mí los gringos? Estas poniendo en peligro mi trabajo, cabrón.  Ni lo intentes, me oyes, ni lo intentes.
ANTIGONA: Tío, Polinices ya es mayor y puede decidir lo que le parezca mejor.  Yo lo apoyo.
CREONTE: Óyelo bien, Polinices, si te atreves a ir, no quiero que vuelvas más. Te advierto que te atengas a las consecuencias que tú mismo te echas encima.  No me obligues a usar todo el peso de la ley contra mi propia familia. (Sale ofuscado; Antígona abraza a Polinices y Etéocles sonríe).

Escena 12

VIEJO: La tormenta se avecina.  Veo nubes grises en el horizonte.
VIEJA 1: La máquina del destino  no se detiene. 
VIEJA 2: Todas las cartas están ya dispuestas para que se cumpla lo que tiene que ocurrir.
VIEJO: La muerte llama la muerte.
VIEJA 2: La vida también llama la vida.
VIEJA 1: Hay que tener esperanzas.
VIEJO: ¡Ay, comadres, ustedes hablan como si hubieran nacido ayer!

En casa de Creonte. Es de noche. Eurídice e Ismena sirven la comida.  A la mesa vemos a Tiresias, Antígona, Creonte y Hemón.

MENSAJERO (Golpea la puerta fuerte y con insistencia): Creonte García, abre la puerta, por favor.
CREONTE (Enojado y luego con cara de pánico): ¿Quién es a estas horas? ¡Ya ni se puede cenar tranquilo! Abre, Ismena.

Al abrirse la puerta, vemos al MENSAJERO y a un AGENTE DE LA PATRULLA FRONTERIZA.

AGENTE (A Creonte): Los han encontrado.
MENSAJERO: Somos portadores de malas noticias.
CREONTE: ¿Qué ha pasado?

MENSAJERO: Avisaron que había unas gentes que querían cruzar la frontera.  Etéocles dijo que había que detenerlos. (Mientras el Mensajero relata, se ve la mímica de lo que ha pasado). La noche estaba oscura.

ETEOCLES (Grita en la noche): Si avanzan, disparamos, cabrones. Están advertidos.

MENSAJERO: Los migrantes avanzaban en silencio.  Etéocles les ordenó a los de la migra acercarse y estar dispuestos a disparar. Empezaron al rato los disparos. Etéocles se lanzó a las sombras.  Empezaron los golpes.  Se escucharon disparos y cayeron dos hombres.

ETEOCLES (Cayendo se arrastra hasta el cuerpo del otro y descubre a su hermano Polinices): ¡Oh, my God, Polinices, mi hermano! (Casi sin aliento).  ¿Qué chingadas estabas haciendo aquí, cabrón? (Muere)
POLINICES (Desangrando, sin aliento): ¡Lo que debía, hermano, lo que debía! (Muere)

VIEJA 1: La máquina del destino no se detiene.
VIEJO: Estaba escrito.
VIEJA 2: Esto es solo el comienzo.

MENSAJERO: Los encontramos a los dos uno al lado del otro, desangrándose.  No pudimos hacer nada, señor.

Estupor en la familia.  Todos se abrazan y lloran.

ANTIGONA: ¡Mis hermanos! ¡La maldición nos ha alcanzado otra vez!
TIRESIAS: Estaba escrito, m’hijita, estaba escrito.

CREONTE (Al Mensajero y al Agente, apesadumbrado pero muy nervioso): Gracias, muchachos, ya pueden irse.  (Salen Mensajero y Agente.  Creonte mira a su familia.  Silencio). ¿Y ahora qué voy a decir?
EURIDICE: Lo de siempre, que cumplías órdenes.
CREONTE: Deja eso, mujer, ahora no. ¡En mi propia familia!  Polinices ha matado a su hermano y ha traicionado a esta nación y a su familia.
ANTIGONA: No, tío, Polinices era mexicano y solo intentaba ayudar a nuestros paisanos.
CREONTE: Tenemos que preparar el funeral de Etéocles
ANTIGONA: Y el de Polinices, tío. Los dos eran familia.
CREONTE: No,  ese desgraciado no merece un funeral. Ha matado a su propio hermano. TIRESIAS: La culpa es de la noche, de las sombras. Ninguno vio al otro.
ANTIGONA: Fue un accidente.
ISMENA: No. Lo que pasa en la frontera nunca es un accidente. Etéocles no debió haber disparado.
CREONTE (Le da a Ismena una cachetada en la cara fuerte). ¡Cállate, escuincla, no sabes lo que dices!
ANTIGONA: Polinices no hizo más que defenderse.
CREONTE: ¡Vaya uno a saber para quién estaba trabajando Polinices! Desde jovencito ya andaba metido en cosas sucias, con las gangas… ¡Seguro que se involucró con los narcos!
EURIDICE: Los inmigrantes no deberían cargar armas; cualquier espanto de la migra los espanta y los vuelve locos.
ISMENA: Los inmigrantes no están armados.  Apenas si traen un poco de agua y sus esperanzas.
CREONTE: Algunos inmigrantes, no.  Pero Polinices no era trigo limpio. Desde jovencito ya andaba metido en problemas… ¡Seguro que se involucró con los narcos! Tal vez por eso Etéocles dio la orden de disparar.
HEMON: Now it is only my turn to die...
EURIDICE: Ni lo menciones, Hemón.  No vuelvas a repetir eso. Solamente no te metas a seguir las órdenes de tu padre.  Si lo haces… ni quiero imaginar…
ANTIGONA: Antes creía que estas cosas le pasaban a otra gente. Ahora me doy cuenta que termina pasándole a uno cuando menos se lo piensa.
TIRESIAS: Es la maldición, Antígona.
ISMENA: No, no es la maldición, es la injusticia, es la guerra, es el hambre, es el abuso.
CREONTE: No hables de lo que no sabes.
ISMENA: Sí, lo sé, tío, todo el mundo lo sabe, pero nadie habla.
EURIDICE: Ahora, muchachas, sienten en carne propia lo que yo sentí por mi Megareo. la frontera será nuestra perdición.
CREONTE (A Eurídice, gritándole): ¡Acaba ya con esa cantaleta!
HEMON (A Creonte): Padre, no le grites a mi mamá, ella tiene razón. El ambiente hostil no es culpa de los inmigrantes, el poder de los narcos y otros traficantes ha incrustado miedo en todos.  Cada vez pasan más armas de acá para allá…y allá se matan y la gente huye… y llegan a la frontera y allí se mueren o los matan o los abusan…
CREONTE (A Hemón, luego a todos): ¡Cállate! No le hables así a tu padre.  ¿Cómo te atreves, imbécil? ¡Se me van callando todos! ¡Ni una palabra! ¡Etéocles ha muerto héroe, defendiendo su patria!  Organicen sus funerales.
ANTIGONA: ¿Qué haremos con Polinices, Creonte?
CREONTE: Dejarlo allá, donde quiso estar. Con sus paisanos. Que lo devoren las aves. Que se pudra en el desierto. Dejó un trabajo que lo honraba y se fue a embarrar con esos forajidos.
ISMENE: No son…
CREONTE (La interrumpe): Ni te atrevas a decir una palabra, Ismena.  Ninguno de ustedes va a poner en peligro mi reputación y mi trabajo. Y les advierto a todos que ni se atrevan a enterrar a Polinices. Lo dejaremos allá. No quiero traidores en mi casa. Y si alguno de ustedes intenta hacer algo por él, enfrentará la ley. Se la verá conmigo y se atendrá a las consecuencias. Nadie dirá que Creonte hace diferencias con su familia.

Escena 13

LLORONA 2: La sangre cae por todos lados, la sangre no reconoce fronteras.
LLORONA 1: La frontera ni siquiera es un osario donde podamos leer el nombre y apellido del hermano que se nos ha ido.
LLORONA 3: No debería haber uno solo de nuestros hijos sin recibir los funerales. 
LLORONA 2: ¿En qué altar depositaremos nuestras ofrendas el Día de los Muertos?  ¿Con quién comeremos y cantaremos sin no hay una tumba adónde acudir?

Es de noche.  Ismena y Antígona en su recámara.

ISMENA: ¿En qué piensas, hermana?
ANTIGONA: En lo mismo que tú.

Largo silencio.

ANTIGONA: Tenemos que enterrar a Polinices.
ISMENA: Eso no se puede. Ya oíste lo que nos dijo el tío.
ANTIGONA: No me importa lo que haya dicho.  Tenemos el derecho de enterrar a nuestros hermanos.  Son familia.  Creonte no puede meterse en eso.
ISMENA: Lo sé. Pero estamos viviendo en su casa…
ANTIGONA: Salgamos ahora en la noche, crucemos la frontera y enterremos a Polinices.
ISMENA: Estás loca.
ANTIGONA: ¿Tienes miedo? Eres una cobarde.
ISMENA: Ni tengo miedo ni soy cobarde. Simplemente no tenemos forma de cruzar la frontera  y hacer lo que dices.  Además, ni siquiera estoy segura que valga la pena.
ANTIGONA: ¿De qué hablas? ¿Cómo puedes poner en duda algo así? Es nuestra sangre. Ya bastante con que nuestro padre ande enterrado quién sabe por dónde.  Ni tumba tenemos para ir a rezarle.
ISMENA: Esa era la voluntad de nuestro padre: que toda la tierra fuera su tumba, que a cada paso pensáramos que estábamos caminando sobre los muertos.
ANTIGONA: ¿Y eso de qué sirve?
ISMENA: Sirve para recordarnos a los que todavía viven.

Silencio.

ANTIGONA: ¿Vienes o no vienes?
ISMENA: No, no iré.
ANTIGONA: Lo haré sola entonces.
ISMENA: Como siempre, todo lo haces sola. A tu manera o nada. Te gusta sacrificarte sola.
ANTIGONA: Me sacrifico por mi familia.
ISMENA: Estás obsesionada con la sangre. Cada uno de los que estamos aquí y del otro lado es también nuestra sangre, nuestra familia. Polinices está muerto, eso no cambiará. Tal vez alguien se apiade y lo entierre por allá.
ANTIGONA: ¿Alguien? Aquí estoy yo todavía viva para eso. He nacido para amar, no para odiar.
ISMENA: ¿Amar? ¿Amar a los muertos? ¿Y a los vivos qué?
ANTIGONA: No respetas a tus muertos.
ISMENA: Polinices eligió su destino; Etéocles eligió el suyo.  Ya están muertos.  Solo hay que recodarlos.  Pero hay muchos vivos… sufriendo mucho… y vale la pena luchar por ellos, como hizo Polinices… Estabas bien orgullosa de él, ¿te acuerdas? 
ANTIGONA: Es mi deber sagrado enterrar a mis hermanos.
ISMENA: Entonces vete; derrocha tu juventud en el pasado. A mí me preocupa el futuro.
ANTIGONA: Mi futuro está ahí, en la noche, entre las sombras, en el desierto donde se pudre el cuerpo de mi hermano. ¿O acaso piensas que podrás tener otro hermano?
ISMENA: No de sangre, pero tal vez de otro modo.
ANTIGONA: Si muero en el intento, ni siquiera llores por mí.
ISMENA: Ya estás muerta, Antígona, antes de salir a la noche. Y lloro desde ahora por ti.


Escena 14

Antígona sale a la noche.  El espacio está cubierto de cruces sin nombre. Algunas cruces son rosadas. Se escucha un zumbido.  Son las MUJERES que rezan. Aparecen las mujeres con ofrendas para armar un altar; primero buscan la tumba, la propia de cada una de ellas, pero como no la hay, comienzan a armar el altar alrededor de Antígona. Antígona está como en trance y no las mira; lentamente va abriendo sus brazos en cruz y al final una de las mujeres le pone una corona de espinas o de flores.

MUJER 2: Antígona, busca a tu hermano Polinices.
MUJER 5: Sepúltalo y ponle una cruz con su nombre.
MUJER 7: Nosotras no tenemos ya nombre ni tumba.
MUJER 3: Nuestras madres apenas nos han reconocido.
MUJER 4: Nadie nos traerá ofrendas el Día de los Muertos.
MUJER 6: Apenas tendremos un sepulcro en el corazón de nuestros padres.
MUJER 8: Tú eres ya una de nosotras, Antígona, lo sabes, ¿verdad?
MUJER 9: Busca a tu hermano, hermana.
MUJER 1: Cúbrelo de arena y llévate al menos un hueso de su cuerpo para el otro lado. Para que puedas honrarlo.

Aparece Tiresias. 

TIRESIAS: ¿Con quién hablas, Antígona, en medio de la oscuridad?
ANTIGONA: Con unas mujeres que dicen ser mis hermanas.
TIRESIAS: ¿Y qué te dicen?
ANTIGONA: Que busque a Polinices y le dé sepultura. (Antígona está como en otro mundo)
Me voy al desierto a enterrar a Polinices.
TIRESIAS: ¿Cómo te atreves a desafiar a tu tío?
ANTIGONA: Creonte ya no es mi tío, es mi enemigo.
TIRESIAS: ¿Cómo piensas cruzar sola la frontera y hundirte en ese desierto insondable.
ANTIGONA: Encontraré su cuerpo y le daré sepultura.
TIRESIAS; Tal vez ya no quede nada de su cuerpo; tal vez nunca des con él.
ANTIGONA: No importa, mi corazón no descansará hasta encontrarlo. Al menos las aves o las hienas habrán dejado un hueso; me basta con eso.
TIRESIAS: Todavía no tienes ni documentos para cruzar y volver. No te lo permitirán. Solo lograrás tener problemas con las autoridades… y con Creonte.
ANTIGONA: No me importa. No necesito papeles para enterrar a Polinices.
TIRESIAS: Estás desobedeciendo la ley, Antígona, piénsalo.
ANTIGONA: Esas leyes no son las mías. Yo sigo las leyes de la sangre. Sigo las leyes del amor, no las del odio.
TIRESIAS: ¿Qué pretendes, Antígona, con todo esto? Es muy riesgoso.
ANTIGONA: ¿Acaso quieres que haga lo mismo que los gringos hicieron con la cabeza de Murrieta?
TIRESIAS: La que arriesga perder la cabeza ahora eres tú. ¿O ya la has perdido?
ANTIGONA: Iré al desierto, buscaré el cuerpo de mi hermano, le rezaré y, si queda algo de él, lo cubriré con arena. Y si apenas queda algo, lo traeré conmigo para enterrar aquí.
TIRESIAS: No sabes de lo que estás hablando, m’hijita.  No puedes traer a este país el cuerpo de una persona sin autorización oficial y sin embalsamarlo; tu furia te está haciendo hilvanar un crimen tras otro.  Las consecuencias serán terribles para ti, Antígona.
ANTIGONA: Las consecuencias ya están en mí, viejo Tiresias. Ya no hay nada que tú puedas hacer por mí; regresa a la casa. Yo ya tengo que irme.  La noche me espera.

Escena 15

Oficina de Creonte.

AGENTE: Sir, I need to tell you that…
CREONTE: I am very busy, speak… speak quickly…
AGENTE: I think it is… a serious question, sir…
CREONTE (getting angry): If you don’t tell me what’s going on right now, you’ll miss your day off next week…
AGENTE: O, no, sir… I don’t know how to explain it…
CREONTE: You better do that immediately…
AGENTE: It happens last night that our agents found a girl coming from the other side with a human head…
CREONTE: And what do you want me to do with that? You know the procedures… Write a report and…
AGENTE: She says it is her brother’s head…
CREONTE: Savage Mexicans! If it were at least her husband’s head… (ríe)
AGENTE: Well, sir, it doesn’t seem to be as simple as that…
CREONTE: We have been dealing with those issues… and even worst ones… for years. What’s new now?
AGENTE: I know the girl, sir.
CREONTE: You know I will not give you special treatment for your putas… Leave me alone.
AGENTE: You misunderstand me, sir.  I am talking about your… That girl is Antigone.
CREONTE: What! What crazy thing has she done? With a human head? O no…
AGENTE: Because I know she is your relative, I didn’t write a report… maybe you want to talk to her first.
CREONTE: Where is she?
AGENTE: She is there, sir. 
CREONTE: Let her pass.

Entra Antígona, con la cabeza en alto. Lleva una bolsa ensangrentada.

CREONTE (To the Agent): Leave me alone with her. (Furioso, mira a Antígona). ¿Cómo te has atrevido? ¿Quién te crees que eres? Les advertí a todos que pagarían si me desobedecían.
ANTIGONA: Soy Antígona, hija de Edipo, nacida para enterrar a mis muertos.
CREONTE: Ya acaba con todas esa chingaderas de muertos. Ahora estás en este país y cumples sus leyes. Ahora estás viviendo en mi casa y cumples mis leyes. ¿Tanto te cuesta entender eso?
ANTIGONA: No podía dejar a mi hermano tirado en el desierto como un perro.
CREONTE: Como lo que era. Y encima cruzas sin papeles y regresas con una cabeza. ¿Sabes cómo vas a pagar este delito?
ANTIGONA: No, no sé ni mi importa.
CREONTE: Pues te va a importar; porque si piensas que porque eres mi sobrina vas a tener un trato especial, te equivocaste de punta a punta.
ANTIGONA: No he pedido nada.
CREONTE: Tienes la misma soberbia de tu padre. Pero ya no tienes hacienda, ya no puedes hacerte la prepotente como hacía Edipo. Los años de la Tebaida quedaron atrás. ¿O no te diste cuenta?
ANTIGONA: Siempre seré la hija de Edipo y siempre voy a querer enterrar a mis hermanos.
CREONTE: Te darán veinte o treinta años, o cadena perpetua por lo que has hecho.
ANTIGONA: Da igual.  Ya no me queda nada que hacer en este mundo. 
CREONTE: ¿No te gustaría casarte y parir muchos hijos?
ANTIGONA: Mejor no seguir trayendo hijos a este mundo podrido.
CREONTE: Igual, cuando salgas de la cárcel ya no podrás engendrar. Ni marido ni hijos, te habrás quedado sola.
ANTIGONA: Ya estoy sola, hace tiempo que estoy sola.

Entra Hemón, se ha enterado de la noticia y entra conmovido.

HEMON: ¡Antígona! ¿Cómo se te ocurrió hacer algo así?
ANTIGONA: ¿Tú también Hemón?
CREONTE: Seguro que tu hermana te ayudó, cabrona.
ANTIGONA: No, no quiso y yo tampoco quise.  Ella tienes otras ideas.
CREONTE: Si compruebo que colaboró en esto, Ismena también pagará con su libertad o su vida.
HEMON: ¡Párale, papá! Son tus sobrinas.  Seguro que algo se puede hacer para evitar tanto bochorno.
CREONTE: Si piensas que yo voy a aflojar porque es mi sobrina, estás muy equivocado.
HAEMON: Te ruego, padre, que entiendas la posición de Antígona, que recuerdes sus raíces mexicanas, su culto a los muertos. Son sus tradiciones, son las tuyas.
CREONTE: Ella ya no es mexicana, e incluso si lo fuera, la nacionalidad no es excusa para violar la ley.  Antígona ha violado la ley y tiene que enfrentar las consecuencias.
HAEMON: Papá, tú siempre te la agarras con los más débiles.
CREONTE: Usted y yo estamos para custodiar la frontera y a los que vienen del otro lado.
HEMON: Mamá tiene razón, parece como si disfrutaras en perjudicar a tus paisanos.
CREONTE: A mí me pagan para esto y sé hacer mi trabajo.  Una sobrina no es una excepción a la ley cuando se han cometido tantos crímenes.
HEMON: Del otro lado hubieran sido más justos con Antígona.
CREONTE: Si quieres vivir del otro lado, ya sabes el camino. Allá tampoco es todo una fiesta.  Lo que pase del otro lado, además, me tiene sin cuidado.  Eso es problema de la patrulla y de las autoridades mexicanas. Yo soy Americano.
HEMON (Enojado, triste, desilusionado, mira a Antígona, mira a su padre): Me avergüenzo de que seas mi padre.  Usted no es ni mexicano ni americano, usted no es nadie, usted no es nada. (Se retira)

Escena 16

VIEJA 1: Las naciones son inventos de los seres humanos.
VIEJO: Son inventos que los confunden.
VIEJA 2: Son patrañas que los matan.
VIEJA 1: Viven por la patria, mueren por la patria, matan por la patria.
VIEJO: Es de nunca acabar. Un muerto es un muerto de este lado o de aquel.
VIEJA2: Un vivo también está vivo allá o acá.

Antígona está sola en la celda esperando sentencia. Aparece primero Joaquín Murrieta y luego las Mujeres.

MURRIETA: Has hecho bien, Antígona.  Ojalá que alguien como tú hubiera hecho lo mismo por mí, pero ni modo.  Hasta pagaban para ver mi cabeza.
ANTIGONA: Por supuesto que he hecho bien. A los muertos hay que enterrarlos.  Mis manos como topos arañarán la tierra para enterrar a los míos. No importa si fue bueno o malo, si está en su tierra o en el extranjero.  No se lo puede dejar tirado sobre la tierra, a merced de los coyotes.
MURRIETA: ¡Ojalá hubiera yo tenido a alguien como tú, Antígona!
MUJER 1: No te darán muchos años, ya verás.  Parece que tu tío Creonte va a presentar una demanda para que te den menos años.
ANTIGONA: A mí no me importa.  Lo que tenía que hacer, ya está hecho, le guste o no a Creonte.
MUJER 2: Antígona, estamos orgullosas de ti, has mostrado lo que puede una mujer.
MUJER 3: Has dejado en claro cuál es el respeto que merecen los muertos.
ANTIGONA: Gracias, hermanas.  Ustedes fueron una inspiración para mí.  Tenía miedo aquella noche, pero ustedes me llenaron de valentía.
MUJER 7: Te acompañamos por todo el desierto.
MUJER 8: Te llevamos hacia donde estaba Polinices.
MUJER 9: Hicimos que la luna brillara más que otras noches.
MUJER 4: Alejamos a las aves carroñeras.
MUJER 5: Y a los coyotes y perros salvajes.
ANTIGONA: Sepultar a nuestros muertos es una ley más fuerte que la de Creonte.  Es una ley ancestral, que ya ni siquiera es humana, ni está escrita en los códigos. No es necesario, pero Creonte cree que su ley es más fuerte.
MURRIETA: Y se engaña. (A Antígona y las Mujeres) Hay que celebrar, muchachas.  Alabemos a Antígona.
MUJER 4: Sí, hay que celebrar, pero todavía queda mucho por hacer.
MUJER 5: Polinices tiene sepultura, pero nosotras, no.
MUJER 1: Nunca tendremos sepultura.
MURRIETA: Hay que ver la forma en que les hagan los funerales que ustedes se merecen.
MUJER 6: Necesitamos muchas Antígonas para eso.
MUJER 9: Tal vez eso no es tan urgente. Mejor será que no siga habiendo más hermanas como nosotros.
MURRIETA: Eso no es asunto nuestro.  A nosotros nos toca luchar por los muertos.
MUJER 7: No estoy segura de eso. Me gustaría que alguien también luchara por los vivos.

Escena 17

Escena comienza cuando Eurídice llega de su trabajo y se pone a hacer las cosas de la casa. Ismena, Tiresias y Creonte comen en silencio. Por fin, habla Ismena.

EURIDICE: Mejor será que empecemos a comer sin Hemón.
CREONTE (Está leyendo el diario): Se ha retrasado. Algún problemita de urgencia lo debe haber retenido.  O habrá ido a la prisión a hablar con su prima.
ISMENA: ¿Cuándo llevarán a Antígona a la cárcel de máxima seguridad?
CREONTE: En unos pocos días. Ahorita todavía la pueden ir a visitar, si gustan. O si ella quiere recibirlos.  Sigue altanera y soberbia como siempre.
EURIDICE: El muerto se asusta del degollado.
CREONTE: Yo reflexioné sobre lo que me advirtió el viejo Tiresias. Fue por eso que aflojé un poco y pedí que la condenaran a menos años; no pude hacer más.
EURIDICE: Pero no lo hiciste a tiempo. Te dejaste llevar por tu soberbia también. Todavía me pregunto si todo esto habrá terminado, si no habrá que esperar más consecuencias…

Tocan a la puerta. Creonte va y la abre. Entra un agente de policía y Creonte lo invita a la mesa con Eurídice, Ismene y Tiresias.

CREONTE: Sit down, my friend.
AGENTE: Lo siento, Creonte. No vengo con buenas noticias.
CREONTE: ¿Y ahora qué ha pasado?
AGENTE: Ha pasado lo peor… yo no sé si debería hablar aquí… Mejor a solas…
CREONTE: Habla, pues. Ya estamos acostumbrados aquí a las malas noticias…
MENSAJERO: Estaba muy oscuro, la noche cerrada. Desde lejos venían los rumores… gentes, como sabes, que quieren pasar… Venían los ruidos de la autopista…Todo era confuso… Hemón incitaba a su gente a no dejarlos pasar… ya sabes cómo es él… Dio la orden de disparar si alguien se atrevía cruzar la frontera… Quería estar a tu altura, quería que te enorgullecieras de él. El murmullo iba en ascenso. Una linterna enfocó a lo lejos a unos narcos… estaban armados. Hubo una balacera. Nuestra patrulla sorprendió a un grupo de narcos y tenemos varios muertos.
EURIDICE: Eso no acabará jamás. ¡Pobres madres!
AGENTE (Poniéndose de pie y sacándose la gorra): La balacera duró. Hemón corría hacia la frontera; alguien del otro lado corría hacia él. Hubo por un momento un silencio de espanto. Fue un instante que nos pareció una eternidad. De pronto se oyeron más disparos… Luego un largo silencio. La oscuridad era insondable. Y…
CREONTE: Lo de siempre. ¿What’s new?
AGENTE: Cuando todo se calmó, viendo que Hemón no estaba con ellos, salieron a buscarlo. Y allí estaba, en medio de la noche, en la oscuridad insondable del desierto Lo lamento; odio ser el portador de malas noticias, pero… entre esos muertos está Hemón.   
EURIDICE: ¡O my God! (Se desmaya, Ismena la asiste)

Creonte se desploma sobre la silla y cubre su cara con sus manos.

AGENTE: Lo siento mucho.  Sus compañeros intentaron retenerlo, pero todo fue inútil.  Se lanzó del carro y se puso a balacear sin protección.  Iba contra los enemigos como un cometa, lleno de furia y de fuego. (El Agente y Creonte se dan la mano en señal de condolencias)
CREONTE: Mi hijo murió como un héroe. Descanse en paz.  Mi hijo murió cumpliendo con su deber y su patria. Como su padre le enseñó.
EURIDICE (Volviendo en sí y gritando): ¡Eres un mexicano corrupto! ¡Un don nadie! ¡Un asesino! Te importa más tu reputación y hacer cumplir la ley, que tu familia, que tus hijos.  No tienes compasión. ¡Es tu culpa que Hemón haya muerto así, te dije que no lo dejaras solo, que ese muchacho estaba muy afectado con todo lo ocurrido! (Grita más fuerte con los ojos llorosos). ¡Te juro que me iré de aquí! ¡Me iré y te dejaré solo! ¡Los dejaré a todos solos, son una familia maldita! ¡O mejor, se me largan todos de esta casa, de este país! 
CREONTE: ¡Lárgate tú, víbora! ¡Esta es MI casa y yo soy Americano! ¡Este es ahora mi país! ¡Soy Mexican American, y he cumplido con la ley de este país!

Silencio. Ismena reacciona.

ISMENE: A lo mejor has cumplido con la ley, pero la justicia es otra cosa.

Epílogo

Tiresias agoniza en una cama de hospital. Ismena está a su lado.

TIRESIAS: Hija, mía. No dejes que tanto sufrimiento atemorice tu corazón.
ISMENA: No, mi viejo Tiresias.  Mi sufrimiento me dará fuerzas para mi lucha.
TIRESIAS: En unos cuantos años tu hermana Antígona saldrá en libertad y tendrás que apoyarla. Trata de llevar el camino recto, para que puedas esperarla y darle fuerzas para vivir.
ISMENA: Mi hermana, aunque en esa cárcel, ya no está viva.  Está muerta en vida.
TIRESIAS: ¿Y tú, cómo te sientes?

Entran las MUJERES.
MUJER 5: Ismena se siente renovada, purificada.
MUJER 9: Su cuerpo, aunque débil, es cárcel de un alma llena de esperanza y de vida.
MUJER 8: Ismena quiere estudiar, trabajar duro y luchar por la justicia.
MUJER 1: Su apuesta es por los vivos, los que sufren, los que tienen derechos ancestrales, pero para vivir, no para ser enterrados.

TIRESIAS: ¿De quiénes son esas voces?
ISMENA: ¿Qué voces?

MUJER 4: Viejo Tiresias, ella no puede oírnos; está viva, muy viva.
TIRESIAS: Ismena, estudia, capacítate.  (A las Mujeres) ¿Dónde está Polinices?
MUJER 2: Está con Murrieta.  Le gusta que le cuenten su historia.
TIRESIAS: Creo que pronto podré platicar con ellos. Ahora solo quisiera saber de Ismena, me apena dejarla sola.
MUJER 7: Ismena estudiará leyes.
MUJER 2: Ayudará a los que sufran, sin importarle su nacionalidad.
MUJER 3: Apoyará a los que trabajan, para que sus derechos sean respetados.
MUJER 6: Levantará la bandera de la libertad y la llama contra la opresión.
MUJER 4: Luchará por un mundo más seguro y más justo.
MUER 2: Protegerá a las mujeres y a los niños.
MUJER 2: Su pasión será la justicia.
MUJER 5: Testigo de tanto dolor y sufrimiento, no dejará de combatir las leyes que no construyen un mundo justo para todos.

ISMENA: Lucharé por la justicia, Tiresias, hay mucho por hacer.
TIRESIAS: Júramelo, Ismena. Júrame que lucharás por la justicia.
ISMENA: Lo juro.

VIEJA 2: Si lo logra, habrá terminado con la maldición.
VIEJO: Lo feo es hermoso y lo hermoso es feo.
VIEJA 1: Como siempre, no queda más que esperar. Mañana, mañana, mañana…
VIEJA 2: Ha jurado, así que deberemos custodiar su juramento.
VIEJO: Pos yo me regreso antes que se ponga a llover otra vez.
VIEJA 2: ¡Ay, Ud. siempre cree que va a llover en este desierto! Adiós, don Amílcar.  Nos veremos pronto.
VIEJA 3: Adiós, comadre, la próxima vez ¿será para mejor?
VIEJA 2 (Desde lejos): Ojalá. Nunca se sabe, no está en nosotros saberlo. A ellos les toca cumplir o no cumplir.

Las MUJERES rodean a TIRESIAS y éste muere en paz.

© Gustavo Geirola 2020


[1] El material mítico fue trabajado por estudiantes de Whittier College, Los Angeles, California, registrados en mi Workshop in Latin American Performance Experience en el semestre de primavera de 2014; ellos improvisaron y luego yo he adaptado los registros de sus contribuciones a mi propio texto de la obra. Agradezco la generosa lectura y sugerencias realizadas por Hugo Salcedo y Rubén Amavizca.